Cambio climático: ¿qué puedes hacer tú?

La cumbre sobre el cambio climático que se celebra estos días en París, también conocida como COP21 (21ª Conferencia de las Partes), ha hecho que los problemas asociados al calentamiento global hayan adquirido un mayor protagonismo en los medios de comunicación. Durante unos días, veremos multiplicarse las noticias y reportajes sobre el cambio climático y las alertas sobre sus efectos, tanto para los ecosistemas y las sociedades actuales como para las futuras. Con todo, lo más probable es que se trate de un interés efímero y que, tras la conferencia, otros asuntos ocupen rápidamente nuestra atención, devolviendo a un segundo plano una de nuestras mayores amenazas globales. También es de esperar que la fiebre de compras navideñas eclipse y diluya muchos de los recientes mensajes ambientalistas en favor de un consumo más moderado y responsable. Y es que a pesar de la magnitud del problema y de la creciente implicación de los gobiernos en la lucha contra el cambio climático, una mayoría de ciudadanos sigue percibiendo este fenómeno como un problema distante, debido a que todavía no sienten sus efectos de un modo directo o con la suficiente intensidad.

COP21_0El desinterés y la falta de compromiso en la lucha contra el cambio climático se deben también, en gran medida, a que muchas personas ignoran hasta qué punto su estilo de vida contribuye a agravar el calentamiento global. Y, en consecuencia, desconocen también que un cambio en sus hábitos cotidianos resulta indispensable para aportar soluciones locales que, al acumularse, desemboquen en una solución global. Enumeraremos a continuación algunas de las múltiples acciones con las que podemos ayudar a combatir, a diario y en nuestro entorno más inmediato, uno de los principales desafíos a que se enfrenta hoy en día la humanidad. Agruparemos estas acciones en siete categorías: residuos, energía, agua, bosques, alimentación, transporte y, finalmente, activismo.

 

Residuos

La reutilización y el reciclaje de residuos contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que se derivarían de la producción de nuevos materiales. Entre las acciones que están a nuestro alcance en esta materia destacan: separar adecuadamente los residuos domésticos y depositarlos en los contenedores correspondientes (papel, vidrio, plástico, fracción orgánica…), llevar a puntos limpios los residuos más contaminantes (pilas, bombillas, aceite de cocina, aparatos eléctricos…), evitar el uso de bolsas de plástico, o tratar de reparar o reutilizar objetos antes de desecharlos. También es interesante la posibilidad de elaborar compost a partir de residuos orgánicos (sobras de comida, restos de poda…), con lo que obtenemos un fertilizante natural para nutrir nuestro huerto o jardín.

 

Energía

Gran parte del efecto invernadero proviene de los gases emitidos por el consumo energético, ya sea directamente a través de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón…) o indirectamente, cuando se usan estos combustibles para producir la electricidad que consumimos. Con un buen aislamiento térmico de las viviendas y haciendo un uso moderado y responsable de la calefacción, el aire acondicionado y la iluminación podemos lograr una importante reducción de nuestro consumo energético. Optar por electrodomésticos de alta eficiencia (“clase A”) y desconectar todos aquellos aparatos que no utilizamos (recordemos que los equipos en espera o standby siguen consumiendo) son otras medidas de ahorro a tener en cuenta. El mayor coste de compra que puede tener un electrodoméstico de clase A se ve compensado con el tiempo gracias al ahorro energético y, por tanto, económico. Asimismo, apostar por las energías renovables también es otra opción de futuro. Si bien el gobierno español ha dado pasos atrás en este sentido al penalizar el autoconsumo eléctrico, como consumidores todavía nos queda la opción de preferir aquellos operadores eléctricos que fomenten las energías renovables.

 

Agua

El agua es un recurso escaso, cuya disponibilidad puede verse reducida debido al cambio climático a causa de las crecientes sequías, entre otros fenómenos. Por ello, es imprescindible que aprendamos a optimizar su uso. A nivel doméstico, un primer paso consiste en reducir la cantidad de agua que empleamos en el lavabo; entre otras medidas, podemos instalar retretes con doble descarga, cerrar el grifo cuando nos lavamos los dientes o nos enjabonamos, o ducharnos en lugar de darnos un baño. Otra medida interesante, aunque supone disponer de instalaciones especiales, consiste en recoger el agua de lluvia y reutilizarla para usos que no requieran agua potable, como lavar el coche o regar las plantas.

 

Bosques

Los árboles y las plantas juegan un papel esencial en la lucha contra el cambio climático. A través de la fotosíntesis, retienen carbono y, con ello, reducen la concentración en la atmósfera del dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases de efecto invernadero. Por tanto, combatir la deforestación y los incendios forestales es otra forma de mitigar el calentamiento global. En nuestra vida cotidiana podemos contribuir a esta lucha con distintas actuaciones, como el uso madera procedente de explotaciones forestales sostenibles (existen certificados que lo acreditan) o la reducción del consumo de papel. Para ello, conviene que imprimamos documentos sólo si es estrictamente necesario o que utilicemos papel reciclado siempre que sea posible.

 

Alimentación

Por sorprendente que le resulte a más de uno, nuestra forma de alimentarnos también repercute sobre el calentamiento global. En el sector ganadero, por ejemplo, el transporte de piensos, la descomposición del abono o el proceso digestivo del ganado son importantes fuentes de emisión gases de efecto invernadero, especialmente el CO2 o el metano. La ganadería intensiva también conlleva la tala de bosques y un gran consumo de agua. Por todo ello, moderando nuestro consumo de carne contribuimos a preservar el medio ambiente y a frenar el calentamiento global. Existen otras medidas importantes que podemos adoptar en materia de alimentación, como consumir productos de temporada y de quilómetro cero, con lo que reducimos el consumo energético y las emisiones asociadas al transporte. También es recomendable preferir los alimentos ecológicos a la comida procesada, cuya producción resulta más contaminante.

 

Transporte

Junto con el consumo energético, las emisiones de los vehículos a motor es la otra gran fuente de emisiones de CO2. Podemos reducir nuestra dependencia del coche de distintas formas: desplazándonos a pie o en bicicleta siempre que nos sea posible, empleando más el transporte público (en especial el eléctrico: tren, metro, tranvías…) o limitar nuestros desplazamientos empleando las nuevas tecnologías. Siempre que las circunstancias lo permitan, las reuniones presenciales se pueden sustituir por videoconferencias o se puede trabajar más desde casa, fomentando el teletrabajo. Si, con todo, no podemos prescindir del coche, tal vez tengamos la opción de compartirlo con otros pasajeros, o bien de adquirir un modelo eléctrico o de emisiones reducidas.

 

Activismo

Cada uno de nosotros puede convertirse en un agente activo a la hora de concienciar a las personas que nos rodean sobre la importancia del cambio climático y las posibilidades que están en nuestra mano para combatirlo. A título individual o bien colaborando con algún colectivo organizado, podemos esforzarnos por estar al corriente de las informaciones y conocimientos científicos sobre el cambio climático, sobre sus causas y sobre sus efectos presentes y futuros. A partir de este conocimiento, estaremos en disposición de informar de forma objetiva a las personas de nuestro entorno, combatiendo el desconocimiento, el escepticismo o el negacionismo que todavía existen en torno al problema. No es imprescindible afiliarse a un grupo ecologista ni salir a la calle con pancartas: simplemente conversando con familiares o amigos, o predicando con el ejemplo, podemos hacer diariamente activismo en favor de la sostenibilidad.

Todas las acciones que aquí hemos presentado, y muchas otras medidas posibles, están interconectadas, de modo que las mejoras en un ámbito favorecen y/o se ven intensificadas por las mejoras en otro. No olvidemos tampoco que ahorrar energía, optimizar el uso de recursos o preservar nuestro entorno natural reportan múltiples beneficios que van más allá de la ecología: favorecen el bienestar y la salud, reducen costes y promueven la sostenibilidad a todos los niveles. En definitiva, la lucha contra el cambio climático es tarea de todos. Cada cual en la medida de sus posibilidades, desde su entorno más inmediato y transformando progresivamente sus hábitos de vida y de consumo, podemos actuar como palanca de cambio para mejorar nuestro presente y garantizar un futuro habitable para las próximas generaciones.

Eugeni Garcia Rierola
Licenciado en Sociología.
Profesor del Máster en Gestión Ambiental y Sostenibilidad de la Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya.
E-mail: eugeni.garcia@btcces.com