Riesgos laborales de las nuevas tecnologías: el tecnoestrés

El despliegue de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en distintos ámbitos de nuestras vidas comporta profundas transformaciones en la manera de relacionarnos, informarnos, aprender o trabajar. Su potencial y sus ventajas son múltiples pero también conviene estar alerta ante los posibles riesgos para el bienestar físico y/o psicológico de quienes las utilizan.

Lejos de cualquier planteamiento alarmista o tecnófobo, en el presente artículo nos proponemos reflexionar sobre  hasta qué punto un uso inadecuado de las TIC en el entorno laboral puede derivar en riesgos psicosociales, más concretamente en lo que se conoce como tecnoestrés, y cómo podemos evitar que ello se produzca.

¿Qué es y cómo se manifiesta el tecnoestrés?

El tecnoestrés es una forma específica de estrés laboral relacionada con el uso de las TIC en sus distintas modalidades y soportes: internet, aplicaciones, correo electrónico, mensajería instantánea, redes sociales, ordenadores, tablets, smartphones… El concepto de tecnoestrés incluye una serie de respuestas negativas derivadas de la incapacidad para hacer un uso eficiente y saludable de las TIC. Puede manifestarse tanto en forma de inadaptación y rechazo de la tecnología como, al contrario, en una dependencia excesiva o adicción.

Esta diversidad de manifestaciones nos lleva a distinguir entre tres tipos de tecnoestrés:

  • La tecnoansiedad. La persona se siente incapaz de afrontar las exigencias derivadas del uso de las TIC en el trabajo. Ello se traduce en tensión, malestar, creencias negativas sobre las propias capacidades, sentimiento de culpa, y/o actitudes de rechazo o miedo a la tecnología.
  • La tecnofatiga. El uso continuado de las TIC puede producir fatiga y cansancio mental. Una manifestación habitual de la tecnofatiga es el llamado síndrome de la fatiga informativa, causado por la sobrecarga de estímulos y contenidos que nos llegan a través de internet. La dificultad para estructurar y asimilar este exceso de información produce agotamiento mental y puede derivar, al igual que la tecnoasiedad, en sentimientos de recelo u hostilidad hacia la tecnología.
  • La tecnoadicción. Mientras que la tecnoansiedad y la tecnofatiga tienen que ver con la inadaptación o la desconfianza frente a las nuevas tecnologías, la tecnoadicción, es una alteración que se caracteriza por todo lo contrario. Se trata de una necesidad compulsiva e incontrolable de utilizar las TIC en todo momento y lugar, más allá del entorno laboral y durante largos periodos de tiempo.

0.6.curso_.estres.laboral.sociedad.informacion.tecnoestresFuentes de tecnoestrés

Las causas de los distintos tipos de tecnoestrés pueden ser muy diversas.  Normalmente, el estrés aparece cuando el uso de las TIC plantea unas exigencias que el trabajador es incapaz de asumir, bien por falta de recursos, de apoyo o de capacidades personales.

Entre las exigencias que deben afrontar los trabajadores al hacer uso de las TIC se encuentran la sobrecarga de trabajo, la complejidad de manejo de los dispositivos y aplicaciones, o la dificultad para procesar la abundancia de información disponible, de mensajes recibidos o de conversaciones mantenidas. Además, la tecnología nos ofrece hoy múltiples posibilidades para trabajar y comunicarnos más allá del horario laboral y del entorno físico de trabajo. Ello puede derivar en una invasión de la vida privada y comprometer seriamente la conciliación de la vida familiar y laboral. Esta dificultad para desconectar del trabajo puede agravar tanto la sensación de agobio y malestar como las conductas adictivas.

Todas estas exigencias resultarán más o menos estresantes dependiendo de si la persona que debe afrontarlas dispone de recursos que le permitan gestionarlas adecuadamente. Estos recursos incluyen dispositivos y aplicaciones adaptadas a las necesidades y capacidades del usuario, un grado suficiente de control y autonomía a la hora de planificar y desarrollar las tareas asignadas, o la disponibilidad de apoyo siempre que sea necesario por parte de compañeros, superiores o expertos.

Las características y habilidades personales son también determinantes a la hora de hacer frente a los requerimientos que nos plantean las nuevas tecnologías. Determinadas personas perciben las demandas laborales que plantean las TIC como un reto estimulante y motivador. Otras, en cambio, ya sea por razones de carácter y/o de falta de conocimientos, no son (o no se creen) capaces de afrontar dichas demandas, lo que las hace más vulnerables al tecnoestrés.

Consecuencias del tecnoestrés

El tecnoestrés continuado puede dar lugar a un amplio abanico de consecuencias negativas, similares a las provocadas por otras formas de estrés laboral. Entre ellas se encuentran alteraciones de la salud de los trabajadores, tanto físicas (dolores de cabeza, trastornos gastrointestinales, inmunológicos, cardiovasculares…) como psicológicas (insomnio, dificultad para concentrarse, confusión, irritabilidad…). A la larga, un trabajador afectado por tecnoestrés crónico podría acabar desarrollando un síndrome de burnout, lo que comúnmente conocemos como «estar quemado» por el trabajo.

Asimismo, del tecnoestrés se derivan también perjuicios para el conjunto de la organización, en forma de bajas laborales, absentismo o reducción del rendimiento laboral debido a un uso insuficiente o inadecuado de las TIC.

Medidas preventivas

Para evitar que las TIC se conviertan en fuente de estrés laboral, la organización debe evaluar el nivel de riesgo al que están expuestos sus trabajadores y, en base a esta información, planificar e implantar una serie de medidas preventivas. Por ejemplo:

  • Desarrollar una estrategia adecuada para la implantación de las TIC en la empresa. Conviene evitar planteamientos centrados en la tecnología, que dan el protagonismo a los sistemas informáticos, y optar por estrategias centradas en el usuario. Esto supone adaptar las TIC a los requerimientos y aptitudes de cada trabajador, y concederle la autonomía y el control suficientes sobre las tareas que debe realizar. En pocas palabras, se trata de poner la tecnología al servicio de las personas, y no a la inversa.
  • Dotar a los trabajadores de los recursos necesarios para que puedan utilizar los equipos, programas y sistemas tecnológicos de forma eficaz y segura. En este sentido, una formación e información oportunas son determinantes para que los trabajadores refuercen sus habilidades y competencias en el uso de las TIC, al tiempo que desarrollan actitudes proactivas y abandonan los recelos iniciales. La formación no debería centrarse exclusivamente en aspectos técnicos, sino también mejorar la capacidad de los trabajadores para organizar sus tareas y gestionar su tiempo de manera más eficiente, asegurando momentos de desconexión y descanso.
  • Fomentar un clima laboral que favorezca la comunicación interpersonal, el trabajo en equipo y el apoyo mutuo. Este clima contribuirá a evitar que el uso inapropiado de las TIC  provoque sensaciones de frialdad o distanciamiento. Por ejemplo, recurrir sistemáticamente a la comunicación por email en situaciones en que sería más efectiva otra forma de contacto más directa y personal es claramente inadecuado; estas prácticas, sin embargo, son imputables a una mala política de comunicación y no a las TIC en sí mismas. Bien empleadas e integradas en un ambiente laboral sano y colaborativo, las TIC se convierten fácilmente en potentes instrumentos para enriquecer la interacción personal, fomentar el sentimiento de pertenencia y reforzar la cultura de la organización.

Conclusión

Hoy en día, las TIC son medios prácticamente imprescindibles en el entorno laboral y un uso provechoso de las mismas es un factor crítico para la competitividad de las empresas. Por ello, evaluar y prevenir los riesgos psicosociales asociados a las TIC es una obligación ineludible para el empresario. No sólo para cumplir con el deber legal de proteger la salud y el bienestar de sus empleados, sino también como medida estratégica para garantizar el éxito de la organización.

La aplicación de las medidas preventivas que hemos mencionado, o de otras que la empresa estime convenientes, hará posible la minimización de los riesgos psicosociales asociados a las nuevas tecnologías. Con ello lograremos que estas herramientas cumplan de forma idónea su función: optimizar el desempeño de nuestras tareas, motivar y cohesionar al personal,  abrirnos al mundo, y brindarnos nuevos recursos para la colaboración y la creatividad.

Eugeni Garcia Rierola
Licenciado en sociología.
Profesor del Máster Universitario en Prevención de Riesgos Laborales de la Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya.
E-mail: eugeni.garcia@btcces.com | Twitter: https://twitter.com/egrierola