Cambio climático: lo que nos espera
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) presentó hace unos días un nuevo informe con el título «Cambio climático 2014. Impactos, adaptación y vulnerabilidad«. El documento insiste, una vez más, en considerar probado que la actividad humana está alterando el sistema climático y que esta alteración comporta riesgos importantes para los sistemas humanos y naturales.
Según el informe de los expertos de la ONU, en los últimos decenios los cambios en el clima ya han causado importantes impactos en todos los continentes y océanos. Se trata de efectos muy diversos y que afectan tanto al medio ambiente natural como al desarrollo humano en todo el planeta. Entre los impactos, el IPCC destaca los siguientes:
- Alteración del régimen de precipitaciones y el derretimiento de nieve y hielo en distintas regiones, lo que compromete la calidad y la cantidad del agua dulce disponible.
- Modificación de la distribución geográfica, pautas migratorias y actividades estacionales de muchas especies terrestres y marinas.
- Cambios en el rendimiento de los cultivos, como el trigo, el maíz, el arroz o la soja. En algunas regiones, estos cambios son positivos puesto que mejoran las condiciones de crecimiento de los cultivos, mientras que en otras zonas ocurre lo contrario. Haciendo balance, el IPCC estima que los impactos negativos superan a los positivos, lo que supone una seria amenaza para la disponibilidad de alimentos en distintas regiones del mundo.
- Afectación de la salud humana a causa del clima. Los datos disponibles apuntan a un aumento de la mortalidad asociada al calor y, como contrapartida positiva, una disminución de la asociada al frío. Asimismo, los cambios locales en la temperatura y la precipitación han alterado la distribución de algunas patologías transmitidas por el agua u otros vectores de enfermedades, como los insectos.
- Incremento de la frecuencia y la severidad de fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor, sequías, inundaciones, ciclones o incendios forestales.
Aunque los riesgos mencionados están presentes a escala planetaria, su alcance y gravedad se encuentran distribuidos de forma muy desigual. Las comunidades humanas que viven en situación de pobreza, marginación o guerra, tienden a sufrir con más intensidad los efectos negativos del cambio climático. Estas personas han de afrontar mayores dificultades para acceder a recursos y medios de subsistencia, al tiempo que son más vulnerables ante desastres naturales y otros fenómenos adversos ligados al clima.
Para controlar los riesgos asociados al cambio climático es necesario adoptar múltiples medidas a distintos niveles y en muy distintos ámbitos. Dichas medidas pueden tener dos objetivos principales: mitigar el cambio climático o adaptarse a sus consecuencias. Las medidas de mitigación están encaminadas a frenar el calentamiento global y consisten, principalmente, en limitar las emisiones de CO2 y otros Gases de Efecto Invernadero (GEI) -sobretodo, reduciendo el consumo energético o sustituyendo los combustibles fósiles por energías renovables- y en potenciar la acción de sumideros que absorben y almacenan el carbono, como los bosques.
Las medidas de adaptación, por su parte, son aquellas que buscan gestionar aquellos efectos del cambio climático que, a día de hoy, ya son irreversibles. Modificar ciertas prácticas agrícolas o ganaderas para adaptarlas a las nuevas condiciones climáticas, diseñar planes de emergencia para hacer frente a fenómenos meteorológicos extremos, o mejorar el acceso a los recursos hídricos y alimentarios para determinadas poblaciones, son ejemplos de posibles medidas de adaptación.
La solución, todavía en nuestras manos
La multiplicidad de factores que inciden sobre el clima y sus complejas interacciones hacen muy difícil predecir con cierta exactitud la intensidad y el alcance de los efectos del cambio climático que están por venir. Ante esta incertidumbre, los expertos dibujan distintos escenarios posibles que dependen de cómo evolucionen los distintos factores implicados y, sobre todo, del grado en que la actividad humana siga alterando el clima.
En este sentido, el informe del IPCC concluye que la gravedad y el alcance de los impactos del cambio climático dependerán, fundamentalmente, de la capacidad del ser humano para disminuir las emisiones de GEI. Incluso en un escenario de bajas emisiones la temperatura media global seguiría en aumento (1 o 2ºC por encima de los niveles preindustriales), por lo que algunos impactos ya son inevitables. En cambio, de no reducir significativamente la concentración de GEI en la atmósfera, el aumento de la temperatura podría superar los 4º C, lo que supondría impactos muy graves, generalizados e irreversibles sobre las sociedades y los ecosistemas.
Todo ello pone de relieve, una vez más, la inaplazable necesidad de tomar decisiones e impulsar políticas ambiciosas para disminuir las emisiones de GEI, en las que se impliquen activamente gobiernos, organizaciones y ciudadanos de todo el mundo. Según el IPCC, la humanidad dispone de medios y soluciones suficientes para hacer frente a los riesgos del cambio climático, sólo falta voluntad de cambio y decisión política para implantarlas cuanto antes. En palabras del presidente del IPCC, Rajendra Pachauri, «no existe ningún plan B porque no tenemos un planeta B». En este contexto, la dirección que ha tomado el gobierno español, frenando por ley el desarrollo de las renovables al tiempo que busca petróleo en sus aguas, representa un lamentable un ejemplo de involución.
Eugeni Garcia Rierola
Licenciado en sociología.
Profesor del Máster en Gestión Ambiental y Sostenibilidad de la Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya.
E-mail: eugeni.garcia@btcces.com